La culpa enclosetada se corroe con los años
fragmentando la cabeza en vidas disociadas.
Cuento viejo a unos dices uno, a otros dos.
Dividido por mancharte, confusión tentada
de vivir ahorcado en teleserie defectuosa.
Ahogar en falsa risa el llanto desesperado,
moviendo cola pide relleno al mejor postor.
Que te de galleta, incentivo de posesión.
El impulso domina siempre t'uso de razón.
Revolcarte de a poco gusto en tu mente,
pero que por orgullo y pudor te enredan
en persona múltiple, torpe y complaciente.
Repisa concreto, coartada pobre exhibición.
Es tu realidad absurda, básica e inevitable
la que enciende el deseo por desviarte.
Mentiras apiladas sin sustancia por miedo
a qu'en privado posea tu pasiva excitación.
El cerebro es limitado, tragas demasiado,
la mente atrofias en exceso ‘e información.
Engañarte por un momento, no caer de nuevo.
Emites ruidos raros pero no dices nada,
histeriqueando te crees interesante. Mal.
Te divides y congelas; engañarte y simular.
Echar a correr nervioso el marketing social
disfraz de nada cuando nada eres realmente,
modo mecánico, predefinido, estandarizado,
para tapar esa compulsión idiotizada. Peor.
Pasa tiempo y confundes persona uno, dos.
Te olvidas y te tientas por ser tentado.
Camuflarte en caos para no hacerte cargo
de tu deseo a que tome yo las riendas,
salvación: el fetiche a ser manipulado.
De ti ya no depende ni voluntad posees,
desdoblado separa, el impulso corre solo,
inmaterializado quedas sin darte cuenta.
Tu vida ya no vale nada tras haber probado
la conformidad de ser sometido y desviado.
Una víctima incongruente de tu imaginación
por efecto de comer cookie envenenada
dejándote amarrado de por vida al fantasma
de la pertenencia falsa que tú mismo
alimentas en tu propia y oculta obsesión.
Cuenta cookie en tu cabeza, uno, dos, tres.
Ya no distingues entre realidad y ficción.
La realidad es el presente del que rehuyes
y la ficción es lo único que estimula
tu ansiada fantasía a ser sujeto, perro.
Secuestro, zamarreo, liberado en violación.
Esclavo simple eres de la palabra fuerte
frente al conformismo hueco de mercado,
tragando a escondidas migaja triste
de cookie viciada en hipocresía encerrada.
Qué pelmazo.
Fome tu vida.